Emprendedor y obsesivo con la formación. Carlos González de Villaumbrosia (Madrid, 1985) se enamoró de Silicon Valley desde que lo visitó por primera vez de la mano de un programa del Banco Santander. Él fue parte de la primera expedición Yuzz. Hoy es el fundador y CEO de Product School, con presencia en 14 ciudades, se ha casado y ve crecer a su hijo de escasos meses. Su inconformismo con el sistema educativo y las ganas de ofrecer algo mejor han hecho de su idea la fábrica del perfil más demandado en Silicon Valley.
De las clases de Product School, presenciales, salen los product managers que tanto se demandan en el mundo digital. En muchas ocasiones son los propios profesores los que reclutan alumnos. Él huye de un término manido, el de la bolsa de trabajo: “Aquí no hay promesas fallidas, ni ofertas, ni entrevistas, pero sí una red que funciona, una alta demanda y compañeros, mentores y cazatalentos dispuestos a encontrar el que mejor ajuste en su empresa”.
Dar con un product manager formado no es labor fácil. Es un híbrido entre un gerente, un miniceo, un diseñador, un programador y una perfil de marketing. Todo en uno y sin que se convierta en un Frankenstein, en un pastiche sin conexión entre conocimientos.
Esta obsesión del emprendedor viene de largo. Desde sus tiempos de universidad quiso corregir lo que no llegaba a las clases. Primero con Netday, unas jornadas de formación. “Muy parecido a las charlas TED, buscando inspirar con profesionales”, explica. Llegaron a expandirse a 12 ciudades. En su viaje inicial a San Francisco fue a probar a una clase en Berkeley y quedó prendado. Se dejó los ahorros para volver allí y estudiar un máster. “Me di cuenta de que, otra vez, el mundo fuera de clase tenía mucho que ofrecer. Había eventos públicos donde se compartía conocimiento”, asistía en su bicicleta.
Su primer empleo en la capital de la tecnología fue una beca en una empresa que compró Oracle. Eran los primeros en conectar con otros servicios a través de Facebook. Él sabía programación y márketing. La ascendieron a Product Manager y comenzó su travesía para hacer que este puesto brillase.
Apenas era 2011 y comenzaban a popularizarse los cursos online masivos, los MOOCS. “Fue la época en que nació Udemy o Khan Academy”, detalla. Así nació Floqq, con capital riesgo y un espacio que les prestaba la familia Zamácola. Llegaron a ser 30 personas, con paso por Chile y de nuevo a San Francisco con 500 Startups en abril de 2013. Eran una de las primeras hornadas de la incubadora. Su idea no terminó de alcanzar la escala deseada, pero sí consiguió hacer corporate training en empresas como Banco Santander o Telefónica.
Fue un paso más para llegar al punto actual, la intersección entre los negocios y la tecnología. Era el verano de 2014: “Llegó la fiebre de los bootcamps (curso intensivo de tres o cuatro meses en el que se busca transmitir los conocimientos fundamentales de una temática específica) para aprender a programar. Con General Assembly fui instructor para ser product manager. Sentía que podía ser novedoso. Les propuse algo a lo grande, pero pensaron que les iba mejor solo con programación”. Se decidió a crear su propia iniciativa. Comenzó en remoto. Después en The Vault, una guarida de startups en la intersección entre el barrio italiano y la zona financiera. Donde sigue con un equipo propio, aulas y extensiones en 13 ciudades más, incluidas Londres y Canadá. Solo en California tiene tres clases funcionando: “San Francisco, Silicon Valley y Los Ángeles va bien, pero la sorpresa son sitios como Boulder, Denver o Austin”.
El profesorado viene de Facebook, Google, Airbnb, Amazon… “Están en activo y son los que ejercen ese papel en el momento actual. Todos los instructores ejercen por la mañana y enseñan por la noche”, recalca.
El método cuenta con un libro de apoyo, best seller en Amazon, y recomendado en las escuelas de negocios. A medida que ha ido creciendo la demanda, lo ha hecho la especialización. De ahí que ahora ofrezcan versión a medida: “Coding for managers”, Data analytics for managers” o “Blockchain for managers”.
El precio oscila entre los 3.000 y los 4.000 dólares, un precio acorde con los de la ciudad. Le sorprende el perfil de algunos de los alumnos: “Vienen abogados o especialistas inmobiliarios que quiere cambiar”. Observa una tendencia positiva: “Cada vez vienen más mujeres. Son el 40% tanto de profesoras como de alumnas”.
A diferencia de la mayoría de las startups de la zona, él no ha levantado dinero ni tiene inversores de fondos de capital riesgo. “No todo es escalar. Mi modelo es artesano y tiene sentido así, presencial y artesano”. Pronto entrará a dar formación dentro de empresas, con Adobe como la primera entre ellas.
González de Villaumbrosia tiene la vista puesta en Dubai, India y Singapur, pero no niego un detalle importante: “Ojalá algún día también tenga demanda como para dar formación en España”.
Su próxima meta, la Product Con, una conferencia como las de Google o Facebook, organizada por su escuela consagrada a velar por el producto. Será este verano en el hotel Hilton en San Francisco.
Fuente: El País