El horizonte se complica. El resto de economías europeas se ralentiza. La incertidumbre por las tensiones comerciales o el Brexit lastra las exportaciones y la industria. Y el consumo de los hogares españoles se modera tras unos años muy vigorosos empujados por la recuperación del empleo. Sin embargo, en ese contexto y lejos de mostrar signos de fatiga, la economía española resiste. Entre octubre y diciembre arrojó un crecimiento trimestral del 0,7%, muy por encima del 0,2% que se registraba en la zona euro. ¿Cómo es posible que la actividad aguante en España a tasas del 2,8% anual mientras fuera pierde fuelle? Un motivo ha sido el fuerte incremento del gasto de las Administraciones. De no ser por el consumo público, en el último trimestre el PIB habría crecido un 0,5% y no un 0,7%. Es decir, a ritmos anuales del 2% y no del 2,8%.

En definitiva, casi un tercio del crecimiento del último trimestre se explica por un mayor aumento del gasto público, que ha pisado el acelerador mientras el resto de rúbricas perdía impulso. Según cálculos de BBVA Research, entre la segunda mitad de 2018 y principios de 2019, se ha producido un impulso fiscal al menos del 0,7% del PIB, más de 8.000 millones de euros. Si se toma un multiplicador fiscal prudente, significa que el PIB aumentó en un 0,4% solo por el estímulo fiscal.

Según el INE, en el último trimestre de 2018 el consumo público avanzó al 1,2% trimestral, un ritmo que, salvo por un trimestre de 2015, no se daba desde 2008. Además, estos datos de consumo público no incluyen el aumento de la inversión, que en un contexto de elecciones crece hasta noviembre al 14%. Y eso sin contar la inversión financiera y la de los Ayuntamientos. Las cifras de consumo público tampoco incluyen las rentas de los hogares, que han visto una mejora sustancial por las subidas de pensiones y salarios de funcionarios.

El reciente tirón del sector público se ha visto también refrendado por la encuesta de población activa, que muestra cómo entre octubre y diciembre el sector privado destruía 6.900 empleos pero el público creaba 43.400.

Para los economistas, el mayor gasto de las Administraciones explica que la economía española haya resistido sorprendentemente. En sus informes, el Banco de España habla de impulso fiscal. En buena medida por las subidas de las nóminas de pensionistas y funcionarios. Mientras que con Montoro era frecuente que al cierre del año se apretasen las tuercas al gasto, ahora nada de esto ha sucedido. En parte porque se prevé que en 2018 el déficit acabe en el 2,7% del PIB. Y esa meta no parece muy exigente. Desde el 3,1% registrado el año anterior, supone una reducción del desfase presupuestario en 0,4 puntos, el menor esfuerzo desde que empezó el ajuste en 2012. Desde entonces, ni durante la recesión ni con las bajadas de impuestos de Montoro se recortó tan poco el déficit. “El déficit público se corrigió en 2018 menos de lo que debería con el ciclo, una muestra de que la política fiscal está siendo expansiva”, señala María Jesús Fernández, de Funcas.

Fuente: El País