Es la versión libertaria y vegetariana de Mark Zuckerberg. Y se lleva mal con las autoridades rusas, que culpan al mensajero. Pavel Valerievich Durov (Leningrado, de nuevo San Peters­burgo, Rusia, 1984) es CEO del servicio de mensajería cifrado Telegram, que fundó junto a su hermano Nikolai: el que prefieren los que quieren más seguridad en sus comunicaciones (que sea absoluta parece imposible cuando algo queda por escrito). Ahora asoma además como aspirante al trono de las criptomonedas: la ICO (Initial Coin Offerin) de su compañía ha batido récords al captar 1.400 millones de euros en medio de las advertencias sobre la fiebre del bitcóin.

Moscú no le quita ojo. El viernes, el regulador ruso de telecomunicaciones pidió a un tribunal de Moscú «limitar el acceso» a Telegram, que es muy popular en los países exsoviéticos y en Oriente Próximo. Cuatro días antes, la compañía había rechazado entregar las claves de cifrado a los servicios de seguridad del país, que pretendía acceder a los datos de los usuarios.

El abogado de Telegram, Dmitry Dinze, sostiene que las exigencias rusas son «inaplicables» desde el punto de vista técnico debido al muy complejo sistema de encriptado, por el cual la propia mensajería no tiene acceso a algunas comunicaciones.

No es el primer encontronazo entre Durov y las autoridades rusas: de hecho, los hermanos se autoexiliaron en 2014 por esa razón. Desde entonces, han vagado por el mundo como ciudadanos de las islas caribeñas San Cristóbal y Nieves, cuya nacionalidad adquirieron donando 250.000 dólares a una fundación del país. Con 300 millones de dólares en efectivo en bancos suizos, se centraron en desarrollar Telegram.

Los hermanos Durov tienen un largo historial en el sector tecnológico. Curiosamente, y aunque el mayor, Nikolai, es un brillante informático y matemático que ha ganado importantes competiciones internacionales, Pavel es licenciado en Filología, al igual que el padre de ambos, Valery Semenovich Durov, jefe del departamento de Filología Clásica de la Universidad Estatal de San Petersburgo. La infancia de los Durov transcurrió en Turín (Italia), donde trabajaba su padre.

En 2006, los Durov crearon la red social VKontakte, luego VK, muy influida por Facebook, y a la que hicieron alcanzar un valor de 3.000 millones de dólares. Pero la presión de Vladímir Putin fue haciéndoles salir de la compañía. En 2011 se negaron a cerrar páginas de políticos opositores, y más tarde, afirman, fueron presionados para vender sus participaciones en el grupo al entorno de Putin, aunque siguieron dirigiéndolo.

Tres años después, durante la guerra de Ucrania, Pavel se negó a dar datos de sus usuarios al Gobierno, y además lo hizo públicamente, algo muy inhabitual. El consejo de administración le despidió poco después. Los hermanos abandonaron Rusia sin «planes de regresar» y afirmando que el país era «incompatible con los negocios de internet» en aquel momento.

Originalmente Telegram tenía su sede física en Berlín y ahora está en Dubái (Emiratos Árabes), aunque está registrada en las Islas Vírgenes Británicas. La empresa ha asumido como rasgo de carácter su nomadismo, para evitar problemas con alguna jurisdicción concreta.

La seguridad de la que presume Durov también ha sido criticada por expertos en criptografía, aunque por el momento no ha sufrido escándalos como el reciente de Facebook o los de Yahoo. Telegram sí que ha tenido que enfrentarse a la censura en Irán o en China, y se ha visto envuelto en la polémica a menudo por ser el preferido de grupos como el Estado Islámico. Indonesia bloqueó la red parcialmente el año pasado por razones antiterroristas.

En 2016, con atentados en Francia muy recientes, Durov respondía a las críticas diciendo que los terroristas «ni notarían» que se bloquearan portales como Telegram, y acusaba a las agencias de inteligencia estatales de ineficientes. Él, desde luego, es un radical de la privacidad: no habla casi nunca por teléfono, dispone de tres números distintos y los cambia a menudo, «como el cepillo de dientes», declaraba a Fortune hace dos años. Su estrategia tiene éxito, porque se sabe muy poco de su vida privada, más allá de que es vegetariano y se define a sí mismo como libertario. En 2012, publicó manifiestos de ideología anarcocapitalista en los que detallaba sus planes para mejorar Rusia. Además, colabora con proyectos similares al suyo, como la Wikipedia, a la que donó un millón de dólares en 2011.

Telegram aún es relativamente pequeña, pero está revolucionando la captación de financiación con su criptomoneda Gram. Y su tecnología es más cómoda a la hora de usar su versión para PC, por ejemplo, y cuenta con canales, que equivalen a los grupos de Whatsapp, pero sin límite de usuarios.

Su objetivo ahora es desarrollar Telegram Open Network, una plataforma basada en tecnología block­chain que permita disfrutar de todo tipo de servicios, desde almacenamiento en la nube hasta pagos. Se trata de que Gram sea una «alternativa» a Visa y Mastercard «para la nueva economía descentralizada». El futuro dirá si los ideales de Durov le llevan suficientemente lejos para que no le alcancen sus enemigos.

Pequeña pero rompedora

Telegram afirma tener 200 millones de usuarios activos mensuales, el doble que hace dos años, que se envían más de 70.000 millones de mensajes diarios. Es el noveno sistema de mensajería móvil más popular del mundo, Aún están lejos de los 1.500 millones de usuarios de WhatsApp, su rival comparable.

La compañía está desafiando las fórmulas tradicionales de captación de fondos. Lleva recaudados 1.700 millones de dólares en 2018 mediante la oferta pública de moneda (ICO) de Gram. Eso supera a 335 de las 338 OPV que se han realizado en el mundo en el primer trimestre.

Fuente: Cinco Días