El rescate de Banca Carige sería un acto de autopreservación por parte de los bancos italianos. Se espera que un vehículo financiado por la industria proporcione la mayor parte de los 400 millones necesarios para apuntalar la entidad genovesa. Una luz verde para el rescate del sector privado evitaría usar el dinero de los contribuyentes y no debería chocar con las normas de la UE sobre ayudas estatales. Es una forma sensata de minimizar el riesgo de contagio.

Con unos activos de 25.000 millones a finales de junio, Carige es suficientemente grande para que su colapso repercuta en el sistema bancario italiano. A pesar de tres captaciones de dinero en cuatro años –la última en diciembre, con una emisión de acciones que recaudó casi 550 millones–, el banco sigue frágil. Su anterior equipo directivo buscaba limitar a los problemas de capital mediante la emisión de un bono subordinado y la venta de activos este año.

Sin embargo, un amargo choque entre el principal inversor, Malacalza Investimenti –que posee el 28%– y el ex-CEO Paolo Fiorentino frenó esos esfuerzos. En septiembre, el consejo puso al mando al ex de UBS Fabio Innocenzi. Sin embargo, las ventas de los mercados de bonos y acciones provocadas por los planes antiausteridad del nuevo Gobierno han mermado el apetito por la deuda híbrida. Los planes de Carige de vender una participación en una empresa local de autopistas se vieron frustrados tras el trágico derrumbe del puente de Génova en agosto.

Ahora la industria parece lista para intervenir. Los pares de Carige pueden ofrecer apoyo a través de un fondo de solidaridad creado en 2016 para prevenir las crisis bancarias. Sin esa inyección, la supervivencia de la entidad está en peligro. Es cierto que un rescate no resolverá las dudas sobre su mal rendimiento: Innocenzi todavía tendrá que reestructurarlo, y venderlo a un rival más fuerte. Pero un colapso perjudicaría a los ahorradores, causaría un dolor de cabeza político y golpearía la confianza en otros bancos italianos. El apoyo colectivo a Carige parece ser el mal menor por ahora.

Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías

Fuente: Cinco Días