La ascensión y caída del sector inmobiliario en España agravó de forma contundente los efectos de la crisis económica y dejó unos daños colaterales de los que todavía no se ha recuperado plenamente el mercado. Pese a ello, el cambio de ciclo ha llegado finalmente también al ladrillo, gracias a la reapertura del grifo de la financiación bancaria, a un entorno de tipos de interés muy bajos y a la entrada de nuevos actores más especializados y selectivos –fundamentalmente socimis y fondos de inversión– ávidos de oportunidades. La banca ha vuelto poco a poco al sector, pero lo hecho de un modo sustancialmente distinto al de los años anteriores a la debacle –cuando el crecimiento interanual del crédito a las promotoras llegó a sobrepasar el 30%– muy condicionada por una política de riesgo más estricta y por la necesidad de aligerar los balances cargados de créditos fallidos.

Aunque las amortizaciones seguirán durante varios ejercicios más, las entidades financieras están listas para apostar de nuevo por el sector, que atrae con fuerza inversión, genera operaciones corporativas y salidas a Bolsa y está cambiando en muchos sentidos el perfil del negocio. Ni siquiera la tormenta del procés catalán ha conseguido nublar el resultado de 2017, que ha registrado un récord histórico de inversión: 14.000 millones de euros, lo que supone un 45% más, centrados especialmente en las áreas de retail, hoteles, logísticas y residencial. Buena parte de la financiación que ha precisado este resurgimiento –un total de 8.000 millones– ha sido aportado por la banca, que en algunos casos ha optado ya por crear unidades independientes dedicadas al sector.

Las previsiones del mercado inmobiliario para este año siguen siendo halagüeñas, con un horizonte en el que las promotoras contarán con el apoyo financiero del conjunto de la banca. El reto que unas y otra afrontan exige combinar las altas expectativas de crecimiento con una buena dosis de prudencia con el fin de avanzar no solo hacia la recuperación plena del negocio, sino también hacia la sostenibilidad del mercado.

Fuente: Cinco Días