En 2012, Herman Narula y Rob Whitehead fundaron Improbable. Un año más tarde, esta startup británica seguía teniendo sus cuarteles generales en la casa de los padres de Narula. Un lustro después les creció el cuerno con el que todas sueñan: la japonesa Softbank invirtió en ella más de 500 millones de dólares, sobre una valoración de casi 1.300 millones.

El logro de lmprobable no es moco de pavo. La suma invertida por Softbank es la mayor registrada en Crunchbase entre las rondas de financiación cerradas por startups que trabajan con inteligencia artificial en los últimos veinte años. Estas cosas no pasan a menudo en Reino Unido. Son menos frecuentes aún en el conjunto de Europa. Y en España es más fácil cazar un gamusino.

El problema no es la inteligencia artificial. De hecho, este par de palabras mágicas parece la mano de Midas a los otros lados del charco. Entre 2011 y 2017, las startupsdel sector han acumulado una inversión privada creciente sostenida principalmente por Estados Unidos y más recientemente con una notable aportación de China. Así lo expone un análisis de la OCDE que valora la provechosa pendiente como una prueba de que los inversores son cada vez más conscientes del potencial de la inteligencia artificial. «Los inversores entienden las problemáticas del emprendedor y tienen una mirada global. Si el producto y el equipo gusta, las oportunidades de ser invertidos aumentan mucho», explica José González, director ejecutivo de Oliver, una startup que lleva inteligencia artificial a las espinilleras de los futbolistas.

Capital privado invertido en startups europeas que trabajan con inteligencia artificial

El problema es que Europa ni ha olido el 92% de los 50.000 millones de euros que el capital privado invirtió en startups de este campo desde 2011 hasta mediados de 2018. Es más, el trocito del botín que sí llega a nuestras costas se distribuye en un desproporcionado reparto encabezado por Reino Unido, Alemania y Francia. En 2017 estas tres concentraron el 82% de la inversión.

  • Un trocito de un pedacito

Mientras tanto, el aparentemente digno cuarto puesto de España en el ránking se traduce en un raquítico 3% del pastel que, no olvidemos, ya venía mermado del escenario global. «Conseguir dinero para emprender en España es muy complicado», coincide Iñaki Murcia, director ejecutivo de Gleam, una startup que emplea inteligencia artificial en la detección de amenazas de ciberseguridad. «Además, en este sector es incluso más difícil. Requieres perfiles muy especializados, que son muy, muy escasos y caros. Compites con las grandes compañías -Telefónica, Google, los bancos…- por encontrar el talento y retenerlo, y necesitas mucho I+D».

Financiación conseguida por startups de inteligencia artificial

Sin embargo, la fiebre del oro que ya nutre estos emprendimientos en ultramar parece estar llegando a Europa. La última década ha supuesto un incremento tanto en el número de inversiones como en la cuantía de estas. El cambio empezó, como no, por Reino Unido, pero también es patente en Alemania y Francia, y se aprecia tímidamente en España. «De alguna forma, la inteligencia artificial está en la sociedad. Ahora todo el mundo quiere solucionar sus problemas con inteligencia artificial, así que se multiplican las iniciativas, algunas de ellas muy poco serias», razona Murcia.

Parece que crear una startup es que valga mil millones o nada

A los problemas para conseguir inversores se suma la necesidad de defender la credibilidad de un campo al que cada vez llegan más aspirantes interesados en convertir la paja en oro. Además, pelotazos como el de Improbable emborronan la perspectiva de la inmensa mayoría de los proyectos, que en comparación con el unicornio, se mantienen a flote a base de limosnas. «Creo que se le está perdiendo el respeto al dinero. Parece que no se valora el trabajo del día a día. Las startups como nosotros, que tenemos 15 o 20 empleados y estamos currando duro, levantamos un millón de euros. Y de repente ves por ahí que otras han levantado sesenta. Parece que crear una startup es simplemente que valga mil millones o nada. No hay creación de negocio real, se busca el pelotazo rápido», lamenta Sergio Orozco, cofundador de Triporate.

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A esta startup, que lleva la inteligencia artificial al sector de las agencias de viajes, tampoco le ha ido mal. «Ya tenemos como 500.000 euros de inversión entre pública y privada. Y ahora entrará un millón más con el que seguiremos desarrollando el producto. Vamos bien, pero somos un granito de arena», explica Orozco. Sin embargo, el cofundador de Triporate ve con optimismo los avances del ecosistema español. «Grandes jugadores, como Google, Lanzadera o Wayra están ampliando el ratio de éxito. La métrica ya no es crear por crear, sino poner una base y unos conocimientos fuertes para que los proyectos puedan vivir mucho más años».

Orozco, González y Murcia coinciden con Miguel Ángel Ivars, director ejecutivo de Adtuo, en que las diferencias entre España y sus vecinos son cuestión de madurez.  «España está mucho mejor preparada que años anteriores. Finalmente llegaron casos de éxito que enriquecen al sector y generan las condiciones para levantar inversión», señala González. No es que ahora estemos en la cima, pero antes estábamos peor. «Monté otra startup en 2007. En ese momento empezamos con financiación bancaria, porque casi no había inversores en España, así que era un poco complicado acceder a fondos», recuerda Ivars.

El director ejecutivo de Adtuo, que se dedica a optimizar y automatizar campañas publicitarias en redes sociales, es muy consciente del poder que estos días tienen las palabras «inteligencia artificial» cuando se susurran al oído adecuado. «Nosotros a nivel de marketing nos podemos aprovechar de una tecnología que utilizamos para venderla como tal, pero llegará un momento en que no tiene por qué ser una ventaja competitiva». Por un lado, vaticina que en el futuro esta tecnología estará en todo. Por otro, la ve como un peldaño más en la escalera al éxito. «Puede ser útil, aunque después no sea lo único que hagas. Google primero era bueno en búsquedas…», razona.

El bolsillo de Europa

Cuando los inversores patrios no se dejan convencer y la opción de recaudar fondos en bodas bautizos y comuniones se vuelve insuficiente, queda la alternativa de marchar en busca de mejores pastos. «En términos generales, es más fácil conseguir financiación fuera. Sin embargo, la apuesta es complicada, porque en general los inversores extranjeros te exigen la ubicación en donde esté el fondo. Por lo tanto, te ves obligado a tomar decisiones duras para ti y para tu equipo», explica Iñaki Murcia.

Otro recurso son los fondos europeos. «Nos hemos presentado varias veces, pero es dificilísimo», lamenta Orozco. La simple candidatura para acceder a los fondos del programa Horizonte 2020 puede exceder los recursos de cualquier startup. «Tienes que gastar muchísimo tiempo y dinero solo en prepararte. Y todo eso no puedes destinarlo a lo que realmente necesitas hacer, que es sacar adelante tu producto», añade Murcia.

Fuente: El País