«Portugal se ha colocado en convergencia real con Europa por primera vez desde la adhesión al euro; por primera vez crecemos por encima de la media de la Unión Europea». El Parlamento Europeo escuchaba hace unas semanas al primer ministro portugués, António Costa, contar la fórmula empleada para el éxito de su política económica. «Definimos una alternativa a la política de austeridad centrada en más crecimiento, más y mejor empleo y más igualdad», explicaba Costa. «Lo hicimos de diferente forma a las marcadas por Europa, pero cumpliendo las reglas».

«Pasar la página de la austeridad» fue el lema electoral del socialista Costa. Si no le dio la victoria al partido, sí que consiguió en el Parlamento atraerse el apoyo de comunistas y del Bloque de Izquierda para formar gobierno y asegurarse una mayoría parlamentaria progresista, fórmula bautizada despectivamente como la geringonça («cosa o construcción improvisada, con poca solidez», en portugués), que, dos años después, ha mutado en marca de éxito made in Portugal. Inicialmente, sin embargo, aquel entendimiento con comunistas y bloquistas —contrarios a la UE— despertó los recelos de la Comisión Europea, del FMI y la OCDE. Las primeras medidas tomadas cargaron de argumentos a esos organismos que velaban por los miles de millones prestados en 2011 para sacar al país de la quiebra.

No parece que hayan pasado solo dos años. El salario mínimo ha subido desde la llegada del Gobierno socialista de 505 a 580 euros (600 el próximo año). En un país donde el 21% de los trabajadores cobra esa mensualidad —y la media salarial es de 925 euros (2.020 euros en España)— muchos auguraban una destrucción de empleo, pero ha ocurrido lo contrario: si en 2013 el paro alcanzó un máximo del 16,2%, hoy es del 8,9%, tres puntos y medio menos que cuando los socialistas llegaban al poder, en noviembre de 2015. En este tiempo los funcionarios han visto descongelados sus sueldos y disfrutan de más vacaciones, hay cuatro días más de fiesta en el país, han subido las pensiones y se ha dejado de gravar con el 23% el IVA de productos básicos, del café al pan con chorizo.

Dos años después, el FMI a la Comisión Europea alaban la política económica y la estabilidad del Gobierno, y su ministro de Finanzas, Mário Centeno, es elevado a la categoría de presidente del Eurogrupo. Portugal cerró 2017 con un crecimiento del 2,7% ( el mayor del siglo); pero no solo eso. El déficit, por encima del 3% hace dos años, es, según las proyecciones del Consejo de Finanzas Públicas, del 1,1%; el próximo año será del 0,3% y a partir de 2020 habrá excedentes. El siempre picajoso Consejo de Finanzas Públicas (CFP) se ha quedado corto en sus proyecciones. Este lunes, el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) certificaba que el déficit en 2017 había sido del 0,92% (aunque Eurostat apuntaba los 3.944 millones de ayudas al banco público Caixa Geral de Depósitos como ayudas públicas y lo subía al 3%). En cualquier caso, la confianza del consumidor alcanza niveles que no se conocían desde antes de la crisis.

La presidenta del CFP, Teodora Cardoso, nada dada a elogiar gobiernos, reconoce «una evolución muy favorable del saldo presupuestario que nosotros, aún no hace mucho tiempo, consideraríamos imposible». Exactamente hace menos de dos años, los informes trimestrales de Cardoso eran continuos mazazos al «optimismo militante» que vendía el primer ministro a los financieros internacionales y al pueblo portugués. «Finalmente 2017 nos ha mostrado algo extremadamente importante», reconoce hoy Cardoso, «que la economía ha reaccionado bien a un nuevo tipo de estímulo y que está capacitada para responder a una mejoría del cuadro internacional».

Es algo en lo que incide el ministro de Economía, Manuel Caldeira Cabral: «Portugal no solo crece como nunca en este siglo, sino que crece bien. Crecemos y reducimos el déficit. Lo más interesante es que el crecimiento no proviene por un aumento de gasto público; viene de las exportaciones, con una subida del 11,7%. Me dirá que Europa está creciendo y es verdad, pero ganamos cuota de mercado en esos países, es decir, aumenta nuestra competitividad. La inversión ha subido un 9%, sobre todo la privada y la extranjera. Tenemos un crecimiento sostenible y equilibrado».

Sin quitar valor al sector turístico, «primero de Europa por crecimiento», Caldeira Cabral destaca que el avance económico del país no es a base de un monocultivo. «El sector automovilístico creció el 16%, el agrícola un 20%, la maquinaria un 10%, los servicios tecnológicos un 14%…los sectores más tradicionales como el textil y el calzado alcanzan cifras récord. El crecimiento de Portugal es diversificado sectorial y geográficamente».

Naturalmente, no todos aplauden. «Decir que el crecimiento del 2,7% es el mejor registro del siglo es una afirmación triste», contesta Maria Luís Albuquerque, ministra de Finanzas durante el periodo de la troika (2011-2014). Irene Mia, directora editorial de The Economist Intelligence Unit, coincide con la exministra cuando recuerda que Portugal está creciendo al mismo ritmo que Alemania a pesar de ser una economía mucho más pobre. «Sin más reformas estructurales para mejorar los niveles de productividad, es improbable que eso cambie».

La locomotora del turismo

Restaurantes en el Barrio Alto de Lisboa.Restaurantes en el Barrio Alto de Lisboa. Getty

Jamás Portugal había recibido 20 millones de turistas en un año. En 2017, este país de 10,2 millones de habitantes, los superó. La explosión turística que vive desde 2013 va a continuar, aunque la estrategia del Gobierno no persigue tanto la masificación como la cualificación.

«Llevamos siete años seguidos creciendo por encima de los dos dígitos y es urgente ampliar el aeropuerto», explica Fernando Medina, el alcalde de Lisboa, durante el Shopping Tourism and Economy. «Necesitamos infraestructuras de calidad para soportar el aumento del turismo».

No es son solo las ciudades de Lisboa y Oporto, más la playa del Algarve; porcentualmente, los mayores incrementos se dan en la islas Azores (16,8%), que cultiva un turismo ecológico; en el Centro (13,2%), con el gancho religioso de Fátima y en el Alentejo (12,8% más) con su maravillosa y semivirgen Costa Vicentina. Julio y Agosto, sol y playa, pierden importancia en la balanza anual. La estacionalidad es del 36,5% (en España ronda el 80%).

La estrategia de Ana Mendes, secretaria de Estado de Turismo, más que a contar visitantes se centra en contar los euros que dejan. Si la llegada de extranjeros aumentó un 8% el pasado año, sus ingresos crecieron un 19,5%. Dejaron más de 15.000 millones de euros, que ya se acerca al 8% del PIB (en España supone el 11,2%). Hace diez años era el 2,6%. De todos los nuevos empleos del pasado año, un tercio los creó la industria turística.

La deuda, que ha llegado a alcanzar el 132% del PIB, ha caído al 126% en 2017 y en el 2022 será del 114%; pese a la reducción, una cifra muy elevada en caso de recesión. Para Mia, es fundamental que Portugal mantenga los objetivos macroeconómicos y presupuestarios porque siempre hay riesgos en el horizonte, como puede ser una apreciación del euro que dañe las exportaciones extracomunitarias, una corriente de políticas proteccionistas —como la que ha iniciado Trump—, el fin de la política de estímulos del BCE o la escalada de aumento de sueldos.

En la presentación del informe del CFP del primer trimestre del año, Teodora Cardoso recelaba del aumento de la masa salarial de los funcionarios que, pese a la regla de dos altas por cada tres bajas, sigue engordando. «Es una regla que nunca ha sido cumplida, ni por éste ni por anteriores gobiernos». Tras el paso de la troika se han descongelado aumentos salariales, pluses y promociones y este año entrarán en plantilla decenas de miles de personas que trabajaban en la Administración Pública con contratos temporales. Según cómo se mire, cada lado tiene razón: en números absolutos el gasto del personal del Estado aumentará, pero en términos porcentuales del actual 11% del PIB (en España 10,5%) disminuirá al 9,4% en el año 2022. La nómina salarial pública es hoy la más baja desde 1989.

Difícil de pasar página

The Global Outlook: Europe and Portugal, del influyente The Economist, advierte que la promesa de pasar la página de la austeridad puede ser difícil de mantener si el crecimiento se debilita. Ya se prevé que el crecimiento se relaje este año (cuatro décimas), por eso el Gobierno no suelta las riendas: ha dejado caer que en 2019 no habrá aumento salarial para los funcionarios y ha confirmado que la legislación laboral implantada por la troika se va a mantener. Aún así, en ese juego político de la geringonça, Gobierno socialista y aliados a su izquierda están pactando medidas para reducir la plaga de la contratación temporal. De un máximo de tres años, la temporalidad se reducirá a dos. Tampoco se descarta una bonificación fiscal a las empresas que reduzcan su temporalidad.

«El Gobierno necesita empresarios, la iniciativa individual, el emprendimiento, atraer empresas extranjeras. El Gobierno lo sabe y no puede participar en los devaneos de alguna izquierda que quiere la luna», en palabras del secretario general de la UGT, Carlos Silva, que lucha por acabar con la hegemonía del sindicato comunista CGTP en la función pública. «Creo que UGT ha dado una demostración de equilibrio en ese terreno. Nosotros comprendemos que quien crea empleo son los empresarios», reconocía en una reciente entrevista al diario digital Eco.

La bonanza aún no llega al tejido industrial. Los empresarios portugueses se enfrentan a la falta de crédito bancario. «Es difícil que los bancos se conviertan en socios de riesgo para el tejido empresarial», predecía Daniel Traça, rector de la Nova School of Business and Economics en las Jornadas Económicas de Cascais. «Las empresas tienen que traer de fuera formas de financiación que permitan mayores inversiones».

«El sector bancario está mejor, pero el índice de impagados continúa elevado y es un factor de riesgo para la actual estabilidad financiera», insiste Irene Mia. Nada comparable al panorama bancario que se encontró el Gobierno socialista en noviembre de 2015. En apenas dos años, el ministro de Finanzas, Mário Centeno, ha conseguido arreglar, con diversas fórmulas más o menos ingeniosas, los problemas de Banif, Novo Banco, Caixa Geral de Depósitos, BCP, BPI y, próximamente, Montepío. Pero una cosa es sanear balances y estructuras, estabilizar el sector, y otra que los bancos tengan músculo para arriesgar, es decir, para dar créditos a las empresas.

El presidente de la Confederación Empresarial, António Saraiva, pide que los bancos vuelvan a dar créditos al pequeño empresario portugués. «En los últimos cuatro años, la banca retiró de las sociedades no financieras 42.000 millones de euros. El Gobierno tiene que promover la inversión y la atractividad fiscal».

A la espera de que resurja el crédito empresarial, el hipotecario se dispara. Si en los últimos cinco años los préstamos a las empresas cayeron un 36,7%, según el Ministerio de Economía, el préstamo para comprar pisos subió un 327%. En el último ejercicio, la venta de casas aumentó un 20,6% y su facturación un 30,6%. La mitad de todas las agencias inmobiliarias del país se han abierto en los dos últimos años.

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Con los Amorim —reyes del corcho y mucho más— y los Azevedo —reyes de la telefonía y centros comerciales—, la familia Soares dos Santos completa el trípode del gran empresariado portugués. En este caso en el sector de la alimentación, con su red de supermercados Pingo Doce. El grupo Jerónimo Martins emplea a más de 100.000 personas en Polonia, Colombia y Portugal. Su presidente ejecutivo, Pedro Soares dos Santos, es muy crítico con los gobiernos. «En Portugal invertimos porque somos portugueses, porque si miráramos la inversión desde el crecimiento y el retorno, la perspectiva es cero. Para nuestro grupo, todas las grandes oportunidades están fuera. Cuando la rentabilidad se pierde, la inversión extranjera deja de llegar».

Falta una visión estratégica de país, según Soares Dos Santos: «Qué queremos ser; dónde queremos construir nuestra base de crecimiento, nuestra diferenciación como país. Portugal podía ser la California europea, pero para eso falta un acuerdo sobre las áreas donde invertir. Esa falta de voluntad para crear riqueza y de mirar para el crecimiento como la única forma de desarrollar el país es lo que más me preocupa».

La exministra Albuquerque, hoy presidenta no ejecutiva de Arrow Global, radiografía la idiosincrasia de sus compatriotas: «Cuando viene una crisis los portugueses somos resistentes, pero en cuanto llegan las mejorías dejamos de ser persistentes. A este Gobierno le falta un grado de ambición que nos pueda colocar a salvo de otra recesión». Albuquerque recuerda que la recuperación económica no es solo de Portugal sino de toda Europa.

En su labor de vigilante de la OCDE, el secretario general Ángel Gurría templa el calentón portugués. «Hay que aprovechar el buen tiempo para arreglar el tejado de la casa», explica. Según el reciente informe Going Growth, Portugal solo ha aplicado dos de las 14 recomendaciones que le hizo la OCDE para continuar con un crecimiento económico sostenido

En el caso de Portugal esa falta de reformas se centra en las áreas de educación (mayor conexión universidad-empresa), en las empresas (mejorar los procesos administrativos) y en el Empleo (promover acuerdos laborales en las empresas en detrimento de los convenios colectivos).

El ministro de Economía Caldeira Cabral rechaza absolutamente el presunto parón reformista del Gobierno. «Lo que ocurre es que nuestras reformas son diferentes a las que aplicó la troika. Las reformas del periodo de ajuste se centraron en la legislación laboral, muy discutibles por los efectos perniciosos que tuvieron. Medio millón de jóvenes portugueses cualificados dejaron el país, algo sin duda muy negativo para nuestro PIB; hoy en cambio la fuerza de trabajo ha crecido en 50.000 personas».

«Nuestras reformas, que están reduciendo el déficit y la deuda, se dirigen a la modernización del país», señala Caldeira. «Son reformas que no las sabe ver hoy ni cuantificar el FMI, pero que se verán a medio y largo plazo. ¿Cómo mide el FMI el programa Simplex?».

Simplex es el nombre de una de las banderas del Gobierno de Costa: la eliminación de burocracia administrativa y la anulación de miles de leyes, normas y decretos obsoletos y contradictorios. «Antes de abrir una empresa había que conseguir 11 licencias ambientales, ahora va a bastar con una; va a haber una ventanilla única para resolver todos los problemas empresariales, sea con la administración local o nacional, un problema administrativo o fiscal. ¿Cómo mide esas reformas el FMI?», insiste el ministro.

Para satisfacción de Gurría, el Gobierno inicia un programa de ayudas fiscales a las empresas. «Fomentaremos su capitalización con fondos propios. Ese interés que debían pagar a los bancos por sus créditos, se le dará al empresario si inyecta su propio dinero en la compañía. Esta reforma va a ser muy importante; pero hay más. Vamos a acabar con las empresas zombis, las que durante años caminan hacia la insolvencia hasta que mueren, en parte por culpa de una legislación obsoleta. Una reforma legal va a acabar con los largos procesos de insolvencia».

También hay esfuerzos para acercar la enseñanza a las necesidades laborales. «Hemos inyectado 1.500 millones para que universidades y empresas aproximen sus intereses. Europa está muy atrasada en la transformación del conocimiento en valor económico, que Estados Unidos hace muy bien desde hace muchos años. Hoy tenemos cinco universidades entre las 500 mejores del mundo; no son muchas, pero hace diez años no teníamos ninguna», explica Cabral.

En los numerosos premios internacionales que recibe el país en el capítulo de turismo, también le llegó el de la ONU por mejores políticas públicas en la reforma de la educación de Turismo. «Nuestros alumnos de hostelería dan hasta clases de teatro», dice el ministro Caldeira.

Portugal también fue el país europeo donde más aumentó el pasado año el tax free shopping, un 36%, especialmente por el crecimiento del turismo chino (41%), brasileño (39%) y estadounidense (35%), precisamente los que más dinero dejan. Un viajero extracomunitario gasta en un día lo que un europeo en siete.

A partir de junio, anuncia el ministro, esos turistas extracomunitarios no tendrán que hacer colas en los aeropuertos para conseguir la devolución del IVA de sus compras. El tax free shopping se aplicará en la misma tienda donde se gaste. ¿Qué hemos parado con las reformas?», se pregunta el ministro, que se contesta: «Todo lo contrario, hay más que nunca».

Fuente: El País