El sueño del urbanista Arturo Soria de que cada casa en Madrid tuviera una huerta y un jardín parece un poco más cerca de hacerse realidad. Más allá de las moles de hormigón, la contaminación y el asfalto constante, una startup española, Niwa, pretende que todos podamos cultivar en nuestros salones; aun sin contar con ese espacio verde indispensable para que hortalizas y vegetales crezcan. No se trata de que los hogares se conviertan repentinamente en latifundios, sino de un software y una aplicación móvil que acercan la horticultura a cualquier persona que desee comer un tomate o una lechuga frescos.

Uno de los invernaderos que propone Niwa.

La solución que propone Niwa, tal y como explica su CEO y cofundador, Javier Morillas, se basa en trasladar los principios del cultivo industrial al doméstico para que consumamos en casa lo que hemos plantado. Todos los parámetros de riego, ventilación o luz se manejan directamente desde la app. Como si fuera un invernadero. El usuario solo tiene que corregirlos en función de cómo vaya creciendo la planta. “A través de pequeños sensores y preguntas cortas, te decimos el estado de tu plantación e iremos adaptando los valores para crear un entorno óptimo de crecimiento”, asegura.

Como no todo el mundo está familiarizado con los componentes electrónicos, la startup de Morillas ha fabricado el Niwa ONE. En vez de tener que construir este pequeño invernadero doméstico, ya viene todo montado. Se trata de su primer producto físico, muy parecido a una vinoteca por sus dimensiones y apariencia, en el que el cultivo está conectado tanto al teléfono como a la nube, el cerebro del sistema en la que se almacenan y gestionan los datos. Hasta hace escasas semanas, la venta de esta solución era poco más que puerta a puerta. Sin embargo, esta pequeña empresa ha encontrado en China el país idóneo para producirla en serie.

Javier Morillas y Anabel Hidalgo, de Niwa.

Los integrantes de Niwa también han recibido un gran impulso a su iniciativa gracia a Ikea. La compañía de muebles ha abierto sus puertas del cuartel general de Älmhult (Suecia) a 10 startups durante los últimos tres meses debido a su primera edición del Ikea Bootcamp. Durante este tiempo, el equipo de Morillas, que ha vivido en un camping compartiendo cuarto de baño con otros compañeros, ha acelerado su proyecto y ha visto cómo encajaban los valores de ambas compañías. “Se trataba de que aprendiéramos los unos de los otros. Esto no se termina aquí. Tenemos un objetivo común y quizás podamos colaborar en un futuro”, vaticina.

La tradición agrícola de los familiares de Niwa ha resultado fundamental para desarrollar la startup. Gracias a vivir en Almería, casi todos tenían algún tipo de relación con los invernaderos y la horticultura. Por ejemplo, los padres de Anabel Hidalgo, genetista de la empresa, han trabajado siempre en el campo, dentro del mar de plástico que inunda el paisaje de la provincia andaluza. De hecho, han prescindido de parte del conocimiento adquirido para no complicar la vida al usuario. “Podríamos controlar hasta el dióxido de carbono, pero el desembolso sería mayor. Habría que calibrar sensores, instalar una botella de CO2… Queremos que los parámetros sean sencillos de controlar y de forma inteligente”, precisa.

En el mundo ideal de Morillas, el recorrido lógico de la compañía ha de discurrir por las soluciones que están por llegar al mercado por parte de terceros. Considera que su software es lo suficientemente potente como para que otros desarrollen soluciones de cultivo en armarios de cocina y electrodomésticos. Por el momento no ha dado con una empresa que vaya por esta línea de negocio, pero optimismo no le falta. “Hay muchísima competencia en el sector, pero ninguna se ha centrado tanto en las hortalizas y los vegetales. Creo que generamos el ecosistema ideal para determinadas plantas, como los pimientos, por ejemplo”, añade.

En su intento por fidelizar a estos pequeños agricultores urbanos, Niwa ha desarrollado también una comunidad en la que compartir experiencias y preguntar todas las dudas que surjan con los cultivos. Este sistema está pensado también para experimentar con algunas plantas, lo que puede llevar a los usuarios a resultados diferentes pese a utilizar las mismas semillas. “El cliente tiene la dificultad de no saber, pero tiene todo el derecho a cultivar sus propios productos. Nosotros aportamos la asistencia necesaria hasta que se pueda recolectar”, argumenta.

En vez de la nevera a la mesa, esta startup pregona que los alimentos vayan del huerto del salón al plato. El entorno de comida sana y todo lo que suene a healthy o fit puede ser un aliado para Niwa. Han abierto una ventana a que las verduras y hortalizas sean frescas sin la necesidad de disponer de una finca en el exterior de la casa. Morillas no descarta ampliar la idea de la empresa a plantas ornamentales para controlar que no se nos mueran de repente. Por el momento, solo aspira a que cualquier persona pueda comer un tomate sin que le sepa a plástico.

Una opción para espacios de mayor tamaño

La idea de Niwa es centrarse en hogares que carezcan de ese jardín o espacio verde en el que destinar un espacio al cultivo. Para aquellos que deseen que su balcón se convierta en sitio de autoproducción de alimentos, el equipo de Javier Morillas, CEO y cofundador de la startup, trabaja en lo que ha bautizado como solución PRO. Pese a que todavía no la ha lanzado al mercado, ya la anuncia en su página web como un producto que permitirá controlar el crecimiento de las plantas hasta en un sitio de 50 metros cuadrados. Cuenta con los mismos elementos que el resto de productos y asegura que será compatible tanto para sistemas hidropónicos como para los más tradicionales de sustrato.

Fuente: El País