Un crupier reparte cartas en Las Vegas. Otro en Montecarlo. Y varios más en Venecia, Estoril, Mónaco o en Manila. ¿Qué tienen en común? Las cartas con las que juegan sus clientes, sean turistas o presidentes, tahúres o jugadores profesionales y por descontado reyes y reinas —como la de Inglaterra en el exclusivo Les Ambassadeurs Club— las fabrica en Vitoria la empresa Naipes Fournier. Ahora está en venta. A punto de cumplir los 150 años suministrando un material que comparte secretos de seguridad con la Casa de la Moneda para evitar falsificaciones, escucha ofertas tras la decisión estratégica de su propietaria, la estadounidense Newell Brands, de centrar su negocio en otro tipo de mercados.

Para Vitoria no es una venta cualquiera. Desde que Naipes Heraclio Fournier se uniera en 1986 a The United States Playing Card Company, —del grupo Jarden Corporation— su cuota en el mercado mundial de naipes supera el 35%. Todos los casinos de Sudáfrica juegan con sus cartas, así como el 90% de los europeos y el 70% de los latinoamericanos y de Oriente Próximo. En 2017 de sus líneas salieron más de 10 millones de barajas, su ebitda fue de 40 millones de euros y, lo que es más importante para Newell, dio beneficios.

Familias de siete países

Los niños de varias generaciones crecieron jugando con las cartas de familias de siete países. Además de la clasica baraja española, o las de pocker, la compañía fabrica naipes infantiles ya que tiene licencias de Nickelodeon, Marvel o Disney, entre otras, para hacerlo.

Pero su baraja Familias de 7 países, -mexicana, china, bantú, esquimal, árabe, india y tirolesa-, que dibujó para la compañía el famoso ilustrador vitoriano de cuentos de la época, José Luis López Fernández, fue la que más brilló entre el público infantil desde que en 1965 la pusieran en el mercado. De hecho se estima que se han vendido desde entonces más de diez millones de barajas de este juego. José Luis López firmó centenares de cuentos infantiles ilustrados, en una época en el que el formato rectangular se abandonó por los bordes troquelados.

Ahora los modelos de poker-bridge son el producto estrella en los los casinos del Caribe, en los de Europa, en Sudáfrica, Oriente Medio, Asia y Suramérica. Naipes Fournier es además el único proveedor homologado para salas de juego en España.

¿Cuál es su precio de venta? Fuentes del sector estiman que entre siete y doce veces su ebitda (es decir, hasta 480 millones de euros). Es una cifra razonable, habida cuenta de que crecen cada año que pasa, no solo en facturación y producción —tanto en la fábrica de España como en la de Estados Unidos— sino en generación de recursos, en beneficios antes de impuestos y en neto. «Tenemos la garantía de que Newell va a contar con nuestra opinión en la operación de venta, y de que, aunque se ha marcado dos años para tomar la decisión, no hay ninguna prisa, se trata de elegir bien», asegura el director de la firma vitoriana, Javier Berasategui.

Tras la fusión en abril de 2016 de Jarden Corporation con Newell Rubbermaid, la nueva corporación, bajo el nombre de Newell Brands, ha estado rediseñando su futuro en el mercado de bienes de consumo masivo. Los naipes no entran en su nuevo esquema. En Vitoria, sin embargo, Naipes Fournier sigue siendo una institución pese a que ahora trabajan 60 personas de las cerca de 1.500 que había a mediados del siglo pasado.

En 1877 Heraclio, descendiente de unos impresores de París, le encargó al profesor de la Escuela de Artes y Oficios de Vitoria Emilio Soubrier y al pintor Díaz de Olano el diseño de un naipe. Consiguió el primer premio en la Exposición Universal de París de 1889, el año de la inauguración de la Torre Eiffel. El emprendedor aparecía en el as de oros, el precursor de la baraja española con la que todavía se juega, y cuyos palos son oros, copas, espadas y bastos

Además, en el sector del juego no hay crisis. «De hecho, 2009 fue el año del poker y en 2010 tuvimos récord de producción, y estábamos en el centro de la crisis general. También fue excelente en baraja española y catalana», explica Berasategui. En la catalana, los palos son los mismos, pero cambian las formas. No son las únicas diferencias, de hecho, tienen unas 1.500 referencias de catálogo. La baraja catalana tiene un amplio mercado en Venezuela y Argentina. Pero hay que cambiar caras y letras, también para los casinos de los países árabes en los que se juega, como Marruecos, Egipto y Líbano.

Pero también hay cosas que no cambian. La mayoría del empleo es, todavía, de las mujeres en la planta de Vitoria. «Eran famosas las naiperas. En Vitoria eran una institución porque tenían una posición, independencia económica y relevancia social», explica el director de Marketing, Diego Ruiz de Gauna. Tampoco ha cambiado la exclusividad de la materia prima. «La fórmula de la composición de las cartas es secreta, como la de la Coca-Cola», compara Berasategui, «y los suministradores están sujetos a estrictos contratos de exclusividad».

De hecho, la planta que la firma tiene junto a Vitoria dispone de enormes cajas de seguridad en las que se almacenan las tintas específicas, visibles e invisibles, que exigen algunos casinos, y parte de la producción, que se va entregando a demanda del cliente. «Esas tintas invisibles lo son para el ojo, pero no para las cámaras de seguridad, y eso permite controlar si alguien ha colado barajas que no son de la casa, y por lo tanto marcadas», explica Ruiz de Gauna. «No se trata solo de que el casino no sea engañado, sino de que los jugadores lo hagan en igualdad de condiciones», dice.

Fuente: El País