La inteligencia artificial ya ha llegado a nuestro presente y tiene un impacto sustancial en nuestra vida cotidiana. ¿Quién de nosotros no habla habitualmente con Siri o Cortana? ¿Qué haría mi hijo sin la plancha que reconoce el tejido de la prenda? ¿O mi hermano sin el sistema de recomendación de Netflix y Spotify? Aunque la IA ya nos rodea sin darnos cuenta, su influencia continuará creciendo en los próximos años, en objetivos y sofisticación, con un ritmo cada vez mayor en la inversión de la industria. Es muy probable que siga cambiando nuestras vidas gracias a las inmensas posibilidades que ofrece para mejorar la sociedad.

La influencia de la inteligencia artificial y de las tecnologías de big data en la mejora de nuestra vida en las ciudades, en las que vive actualmente más de la mitad de la población mundial, no ha hecho más que empezar, con múltiples aplicaciones como la seguridad ciudadana, la mejora del uso de las infraestructuras de transporte, recogida de basuras, un uso eficiente de la energía, la gestión inteligente de la red semafórica, facilitar el aparcamiento a los ciudadanos indicando dónde y cuántas plazas libres hay, o permitiendo pagar servicios públicos con aplicaciones de nuestro móvil, como ocurre ya en algunas ciudades de España.

Inteligencia artificial y big data son ya una gran oportunidad social que contribuyen al bien común: podemos analizar grandes cantidades de datos de diversas fuentes para entender patrones de comportamiento y ayudar a tomar mejores decisiones a los expertos humanos. Así, por ejemplo, podemos modelar diferentes maneras de promover el desarrollo económico de una región, cuantificar los efectos de ciertas políticas sobre determinados colectivos, gestionar respuestas ante posibles situaciones de crisis o catástrofes naturales, o detectar la corrupción, como ha ocurrido en el conocido caso de los papeles de Panamá.

Salud y educación destacan como áreas de gran importancia. La IA no es algo nuevo en el campo de la salud, pero ha incorporado recientemente dos elementos que destacan especialmente. El primero son las nuevas técnicas de aprendizaje computacional con big data, que nos permite incorporar los datos e información disponibles en las historias clínicas y trabajar con cantidades masivas de datos, hasta ahora imposible. De esta forma, podremos progresar en la identificación de enfermedades raras. Un grupo de médicos de Japón consiguió diagnosticar y proponer el tratamiento adecuado a los síntomas que presentaba una paciente utilizando las enormes bases de datos de la herramienta Watson para analizar sus perfiles genéticos.

El segundo elemento se denomina human-in-the-loop, es decir, entender la labor de un algoritmo inteligente como apoyo que aporta más y mejor alcance a la acción de un humano experto. Aunque es algo clásico en los sistemas de ayuda a la decisión, da un paso más en el soporte al incorporar técnicas más adecuadas de relación hombre-máquina, junto con las de big data. De esta forma, se ha conseguido, por ejemplo, disminuir significativamente los errores de los patólogos en la identificación de cáncer, desde un 3,5% (patólogo experto) a un 0,5% (IA+patólogo).

En educación se abre un campo nuevo que será una de las áreas revolucionarias en la aplicación de la IA, clave para poder detectar los posibles casos de abandono escolar y anticiparse a ellos. La IA nos permite una educación más personalizada, adaptada a las capacidades y aptitudes de cada alumno, replanificando y actualizando los contenidos de aprendizaje y la forma de ofrecerlos de manera individualizada, paliando los problemas de adaptación a un sistema educativo estandarizado.

También proporciona un escenario de formación interactiva, con una disponibilidad total para el alumno a través de tutorías inteligentes, permitiendo a los profesores centrarse más en experiencias individualizadas y personalizadas a cada alumno. Las posibilidades de integración social de colectivos en riesgo de exclusión mediante una educación de este tipo parecen innegables.

Con todo esto, parece que el uso de la inteligencia artificial plantea un inmenso océano de posibilidades para su uso en áreas de mejora social, pero es necesario también tener en cuenta que, junto a las mejoras tecnológicas, debemos planificar también las mejoras en las políticas públicas y de las regulaciones éticas que deben regir su utilización a nivel global, como indica la doctora Margaret Chan en su discurso de apertura de la Cumbre Mundial sobre la inteligencia artificial para el bien social.

Pero la inteligencia artificial no debe centrarse solo en aspectos tecnológicos, también es necesario incorporar otras disciplinas de los campos humanísticos, como la filosofía, la psicología y la pedagogía, para poder optimizar los beneficios sociales que puede aportar la IA. 

Amparo Alonso Betanzos es presidenta de la Asociación Española de Inteligencia Artificial (AEPIA).

Fuente: El País