Apenas levanta la voz, pero baja aún más el tono para reconocer que en el mundo de las startups ve de vez en cuando actitudes tan ridículas como en la serie Silicon Valley (“que es muy real”). “Por favor, que dejen de decir que quieren hacer del mundo un lugar mejor”, exclama riendo, y retoma rápidamente un discurso más ortodoxo, casi avergonzada de la travesura pública que se ha permitido.

Beatriz González se pasa la vida entre aviones y emprendedores. Esta entrevista es un buen ejemplo: tuvo lugar en Bogotá, en un descanso de la primera edición del South Summit Alianza del Pacífico, una cumbre de startaperos que tras cuatro ediciones en Madrid ha dado el salto a América, con los mismos organizadores que en España (Spain Startup en colaboración con el IE) y el impulso de ese acuerdo político entre Colombia, Perú, Chile y México.

González (1975), hija del presidente de BBVA, Francisco González, llegó a Bogotá precisamente desde Ciudad de México y en unas horas tomaba un vuelo a Madrid. Gran parte de su trabajo es ese: buscar por todos los países latinoamericanos startups prometedoras para el fondo de venture capital que creó, Seaya Ventures.

“Cuando nos metemos en una empresa nos la jugamos. No entiendo para qué estar en una empresa con un 3% del capital”, explica. ¿Y por qué Latinoamérica? “Más allá de la afinidad cultural, un fondo como Seaya tiene que encontrar su ángulo, su sitio. Y toda Europa está ya cubierta, en Latinoamérica hay muchas más oportunidades”, asegura esta licenciada en Administración y Dirección de Empresas por el CUNEF y MBA por la Universidad de Columbia (Nueva York).

Carrera financiera

Antes de lanzar en 2013 su propia firma, asociada con Michael Kleindl, un ejecutivo más especializado en la economía digital, González atesoraba una sólida carrera financiera, en la que destaca la dirección durante seis años de la estrategia en capital riesgo del Fondo de Pensiones de Telefónica. Cuatro años después de su lanzamiento, Seaya Ventures gestiona 150 millones de dólares a través de dos fondos, con los que hace tickets de entre cinco y siete millones de dólares en rondas A y B y tiene oficinas en Ciudad de México y Madrid.

El primer gran éxito de Seaya vino del otro lado del Atlántico, cuando vendieron Sin Delantal México a Just Eat “en año y medio y con un retorno muy rápido”. Las cifras de la operación no se desvelaron; Seaya, que entró en la compañía en 2013 con 1,5 millones de euros, tenía el 60% del accionariado.

Con la velocidad que ha tomado el emprendimiento tecnológico, aquel 2013 suena casi a prehistoria. González cree que hoy el entorno en España ha cambiado para mejor: “Hace unos cinco años la gente emprendía por necesidad, hoy lo hacen por convencimiento: dejan grandes puestos en empresas como Amazon y Google para crear su propia compañía. En España había mucha aversión al riesgo, pero el éxito llama al talento, y el círculo empieza a funcionar. El cambio cultural de España respecto al emprendimiento es definitivo”.

Uno de esos ejemplos de éxito, no exento de polémica, es el de Cabify. “El primer unicornio español”, define González, es decir la primera startup española que alcanza una valoración de 1.000 millones de dólares. La fundadora de Seaya habla de la empresa de movilidad con el orgullo que proporciona ser juez y parte: forma parte del consejo de administración de Cabify, donde fueron de los primeros en invertir, allá por 2014. En su opinión, la dimensión que está alcanzando este Uber español (aunque el 80% de su negocio procede de Latinoamérica y su principal accionista es un fondo de la japonesa Rakuten) es buen ejemplo del vigor del emprendimiento tecnológico en España: “Antes, se vendía demasiado pronto, en operaciones de 15, 20 millones… Ahora un Cabify no se vende, sino que va a por todas”.

Juan de Antonio, el fundador de Cabify, también participó en el South Summit Alianza del Pacífico: Colombia fue el cuarto mercado que abrió la empresa, y también es su cuarto mercado en cuanto a volumen de facturación. “Cabify está ya preparada para salir a bolsa, aunque tardará tiempo en hacerlo. Juan tiene una enorme ambición empresarial, y al mismo tiempo es el tío más aterrizado del planeta”, le alaba González. Considera su caso un buen ejemplo de qué lleva a Seaya a invertir en una startup: “El 80% de la decisión depende del equipo que tengamos enfrente, y solo el 20% de que el modelo de negocio y el sector sean los correctos. Fíjate en Oscar Pierre, el fundador de Glovo, [empresa en la que Seaya entró en 2016 y que el pasado verano cerró otra ronda de financiación por 30 millones de euros]: tiene 25 años y a veces me da la impresión de que es más maduro que yo”. Otra de las principales apuestas de Seaya es Spotahome, una plataforma online de alquiler de apartamentos para medianas y largas estancias.

¿De verdad pesa más la calidad humana que los fríos ratios de rentabilidad, o es una de esas hermosas afirmaciones de los gurús de la economía digital parodiados en Silicon Valley? “Sé que todos decimos lo mismo”, concede González, “pero en nuestro caso es verdad: yo vengo del private equity [donde se invierte en empresas ya consolidadas] , y ahí sí estás todo el día hablando de múltiplos y valoraciones; en el venture capital [centrado en startups tecnológicas] hablamos de personas, y no puedes relevar a todo el equipo si no te gustan como van las cosas”.

Ruedan menos cabezas en el mundo del emprendimiento digital, pero mueren más proyectos, “normalmente porque no crean propuesta de valor”. Para distinguir el grano de la paja, son necesarios muchos aviones, muchas reuniones formales e informales y unos cuantos consejos. “Yo hablo mucho de inversiones con mi padre, que es una apasionado de la tecnología, pero también con mi hermana, que trabaja en asuntos legales de Google Europa”, reconoce, siempre sin levantar la voz, Beatriz González.

Fuente: El País