El pasado jueves, Luz Sánchez-Mellado publicó en este periódico una preciosa columna sobre el síndrome de Diógenes, como homenaje a Julita Salmerón, la protagonista del documental Muchos hijos, un mono y un castillo.

Por otro lado, a principios de mes, José H. Canós, Catedrático de Lenguajes y Sistemas Informáticos en la Universitat Politècnica de València, nos hablaba de los Diógenes Digitales y la necesaria catalogación.

Como quiera que, a medida que avanzan los años, cada vez creo menos en las ‘casualidades’ y más en las ‘causalidades’, he querido ver en estos dos hechos una señal para contar un proyecto que llevo mucho tiempo acariciando.

Lo he contado varias veces en petit comité a varios profesionales y amigos y a todos les ha convencido, cuando no entusiasmado. Pero del dicho al hecho hay mucho trecho y conviene hacer públicas las ideas para que se hagan realidad.

No solo no temo que alguien copie la idea, sino, al revés, creo que las ideas no valen nada sin una buena ejecución. Y esta, en concreto, para que tenga éxito, debería ser copiada, enriquecida y ejecutada por muchos, cada uno a su modo.

El Proyecto Diógenes es un proyecto de economía circular que no se puede llevar a cabo sin ayuda del Big Data

  • ¿Trastorno o virtud?

La primera de las cuestiones que quiero aclarar es el nombre del proyecto, que encierra una contradicción o, según se mire, una bonita paradoja; pues en él se incluyen tanto el problema que se pretende abordar como la posible solución.

Cuando la mayoría de la gente oye hablar de Diógenes, piensa enseguida en el famoso síndrome o trastorno del comportamiento, por el que algunas personas tienden a acaparar muchas cosas inservibles en casa.

Sin embargo, el nombre se debe al filósofo griego Diógenes de Sinope (siglo V a.C.), perteneciente a la escuela ‘cínica’, que preconizaba y fue ejemplo de vida de todo lo contrario: defendiendo la austeridad como una virtud.

Se decía que vivía en una tinaja y que sus únicas posesiones eran “un manto, un zurrón, un báculo y un cuenco, hasta que un día vio que un niño bebía el agua que recogía con sus manos y se desprendió de él”.

También es famoso por el supuesto encuentro con Alejandro Magno, que le dijo que le podía pedir cualquier cosa, a lo que Diógenes contestó que se quitara de donde estaba, porque le tapaba el sol.

  • Economía Circular, Emprendimiento Social y Big Data

El Proyecto Diógenes es un proyecto de economía circular y, al mismo tiempo, de emprendimiento social; no esencialmente tecnológico, pero que no se puede llevar a cabo sin ayuda de la tecnología y, especialmente, del Big Data.

Parte de un hecho y es que todos acumulamos muchas cosas que ya no usamos. Tantas, que no sabemos ni lo que tenemos. Pero que no tiramos porque están en buen estado o nos da pena desprendernos de ellas.

El primer principio de la sostenibilidad es la reutilización, antes de que algo, que está en buen estado, se convierta -legalmente- en un residuo o desecho y haya que reciclarlo, con un importante coste tanto económico como medioambiental.

Estoy seguro de que mucha gente estaría dispuesta a desprenderse de cosas que ya no usa pero que están en buen estado, si estuvieran seguros de que van a personas y familias que realmente las necesitan y las van a saber valorar.

Sé que algunos dirán que eso ya existe y que hay varias ONGs que se dedican a ello. Y no lo niego. Pero en este caso la innovación no está en el ‘qué’, sino en el ‘cómo’. Y se trata de ayudarlas y de multiplicar su alcance gracias al Big Data.

  • Inventarios y plataformas

En primer lugar, se trataría de hacer inventario de lo que tenemos, porque no lo sabemos. Y esa es la primera razón de que no lo usemos, y de que no lo tiremos. Y para ello hay actualmente tecnología que facilita mucho esta tarea.

Una vez sabemos lo que tenemos, podemos decidir lo que queremos quedarnos, aquello que realmente necesitamos o que nos hace felices, y aquello de lo que podemos desprendernos, porque ya ha perdido su utilidad o su valor emocional.

Se pueden hacer dos bloques: cosas que están en mal estado y hay que tirar, y cosas que están en buen estado y se pueden vender (a través de las plataformas electrónicas de segunda mano) o donar (si no se quieren o no se logran vender).

La posible venta de las cosas que están en buen estado no resta interés social al proyecto, pues puede ser un incentivo para deshacerse de lo que no usamos y además, una fuente de ingresos para gente que lo necesita.

Pero, sobre todo, serviría para pagar los costes del proyecto y los sueldos de los facilitadores (jóvenes en paro, que harían las tareas de inventario y de manejo de las plataformas) con una comisión sobre lo que se lograra vender.

  • Trazabilidad de los Datos e Internet de las Cosas

Al igual que, cuando vendemos algo a través de plataformas de segunda mano, sabemos a quién se lo damos, sería bueno que, cuando donamos algo, también supiéramos que lo recibe alguien que lo necesita, y que no fuera un acto de fe.

Ese conocimiento solo lo tienen las ONGs que trabajan con la gente necesitada, pero, desgraciadamente, no tienen el nivel de digitalización de las plataformas de compraventa, que podrían fácilmente hacer una versión non profit para ellas.

Los datos que se generarían, tanto de los inventarios como de las ventas o donaciones de bienes, podrían ser interesantes para mucha gente

Al mismo tiempo, todos los datos que se generarían, tanto de los inventarios de lo que tenemos en nuestras casas como de las ventas o donaciones de bienes a través de las plataformas digitales, podrían ser interesantes para mucha gente.

Habría, eso sí, que advertir primero, a los que quisieran vender o donar objetos, que sus datos pueden ser explotados, bien anonimizados o de forma agregada, bien personalizados, si presta su consentimiento expreso.

El dinero que se obtuviera por la explotación de dichos datos se destinaría a los gastos del proyecto (especialmente, a los sueldos de los jóvenes facilitadores) y el resto se donaría a los proyectos de las ONGs.

  • Colaboración público-privada y orquestación

Como decía al principio, este no es un proyecto de una sola empresa, ni de una sola ONG, ni de una sola administración pública. Debe ser un proyecto de todos, que requiere de la colaboración público-privada y de una labor de orquestación.

Las administraciones tienen un gran poder y deber de convocatoria, de liderazgo y de financiación, porque los objetivos de sostenibilidad y disminución de costes económicos y medioambientales del consumismo son de interés general.

Las empresas pueden demostrar que, aparte de su legítimo ánimo de lucro, son capaces de colaborar en proyectos procomún. De hecho, muchas ya lo hacen a través de fundaciones y se trataría solo de coordinar sus actividades.

Por último, los ciudadanos han demostrado que son extremadamente generosos cuando tienen clara la finalidad de sus donaciones, tanto de dinero como incluso de sus propios órganos. Hay que reforzar esa transparencia y confianza.

Y a todo ello puede ayudar la tecnología, gracias a la trazabilidad de los datos. Debemos empezar a ver las ventajas sociales del Big Data y no solo los riesgos. Porque los datos pueden mejorar la calidad de vida de mucha gente.

Fuente: El País