Siempre he tenido problemas con Facebook. Al principio me fastidiaba que fuera tan celoso con su seguridad, haciéndote pasar por infinitas preguntas y hambre de datos. Entonces creía que todas esas medidas servían para proteger mi intimidad. Yo, que vivo de analizar la intimidad de otros y de ventilar la mía de mil y un maneras, no encajaba bien tanta vigilancia, tanto código. Ahora ya sabemos cómo se comerciaba con esos datos.

Vivimos en un mundo dirigido por el dato. Y una confusión de datos sobre su currículo académico ha puesto en aprietos a Cristina Cifuentes y los que ella ha aportado en su defensa podrían ser insuficientes. Pero hemos podido datar su aplomo ante la situación y ese dejar caer el dato de que todas estas noticias podrían ser parte de una emboscada. El dato es tecnológico y el sentimiento analógico. El descubrimiento de la manipulación de Facebook, por la que su fundador ha tardado cinco días en dar la cara y ha perdido casi tantos millones de dólares como millones de usuarios vieron violados sus datos personales, nos deja perplejos y vuelve a poner el dedo sobre si somos ingenuos de nacimiento, por convicción o por rutina. Una red social que nace de la nada y se convierte en un gigante casi invencible, no puede ser una santa. Está en su tecnológico ADN el querer explotar a cambio de dinero su inmensa influencia. Aunque ahora se le pueda llamar Fakebook y se acuse de frivolidad a las redes, al final, todos seguiremos subiendo fotos a Instagram y atacando a desconocidos en nuestros muros. Ya no podemos vivir sin ello.

Otra adicción es la espera. Más que un tiempo de tormentas, empiezo a sentir que vivimos un tiempo de espera. Esperamos porque al fin haya gobierno en Cataluña y esperamos que Urdangarin y su socio tengan una sentencia definitiva. Según la Fiscal sabemos que “eran el motor del proceso delictivo”. Ahora han confirmado que lo sabremos antes de un mes. No se quien sufre más con estas esperas, si los encausados o nosotros los contribuyentes. Como exguionista de telenovelas, recuerdo que mi tarea era la de enredar todo lo posible el débil hilo argumental porque así se atrapaba y atraía a más espectadores. Estábamos entrenados a imaginar cualquier cosa para que la tensión no cediera. Y cuando al fin lo hacía, era siempre un final feliz. Con el caso Nóos, al igual que con el procés y el Brexit, pareciera imposible un final feliz, pero ahí esta la razón de su tensión: volver ese final algo que nunca suceda.

Mark Zukerberg el pasado mes de abril en California.ampliar foto Mark Zukerberg el pasado mes de abril en California. REUTERS

Podría ser el sino de este tiempo: vamos abocados a lo imposible. Lo que nunca sucederá. Por eso nos sorprende, según informa ¡Hola!, el divorcio del Rey Mohamed VI de Marruecos. Recordemos que al casarse, Mohamed VI disolvió el harén real, que es un poco lo contrario de lo que hacen muchos maridos. En Miami hay un barrio llamado El Design District, construido para albergar la mayor cantidad de tiendas de lujo de esa parte del mundo. Mientras lo recorres, con un inusual paso lento, observas como esas tiendas están completamente vacías pero llenas de cosas caras. Solo las habitan maniquíes y vendedores con sonrisas congeladas. Si entras, se esfuerzan por hablarte y te cuentan que el rey de Marruecos, el ahora supuestamente divorciado Mohamed, “acaba de marcharse, después de gastarse miles de dólares”. Así, y con los latinos ricos, imagino, se mantienen esas tiendas. Por eso, tras la noticia del divorcio real, llamé a un amigo que trabaja en una de ellas y le pregunté si en su último dispendio, el monarca compró algo para Lalla Salma. “Yo solo le enseño ropa de hombre”, me respondió. “Y no paga en cash. Con él viene un señor, muy alto, que entrega una tarjeta de presentación para que llamemos y resolvamos la cuenta. No es necesario el datáfono”. Sin necesidad de compartir ese dato en mi muro de Facebook, sospecho que en esta respuesta está una de las razones del divorcio. Pero el mismo dependiente me confesó: “A mí me duele porque ahora no habrá duelo de estilismo entre Letizia y Lalla Salma”. Nunca se sabe, pensé, el rey supuestamente divorciado puede ponerse ahora todo lo que ha comprado en Miami y tiene en el armario. ¡A ver quién le gana en estilismos! Ya lo veremos en Facebook para que se confirme lo frívolos que somos y cómo aprovecharlo.

Fuente: El País