Telegram ha enviado un aviso a Wall Street y el capital riesgo. El servicio de mensajería del empresario ruso Pavel Durov ha recaudado 1.700 millones de dólares en lo que va de año gracias a las ventas privadas de su criptodivisa, Gram. Eso supera los ingresos de 335 de las 338 OPV que se han producido en el mundo en el primer trimestre.

El sector tecnológico ha obtenido más de 3.000 millones de dólares en enero y febrero a través de ofertas públicas de moneda (ICO). Muchas lo han hecho con planes de negocios de lo más endebles. Dogecoin, creado como una broma en 2013, alcanzó brevemente un valor de mercado de 2.000 millones en enero y ahora vale algo más de 300 millones.

Por contra, Telegram se jacta de contar con tecnología real. Durov se asoció con su hermano Nikolai para desarrollar VKontakte, el Facebook ruso, antes de huir del país hace cuatro años tras chocar con las autoridades. Juntos fundaron Telegram como un servicio de mensajería encriptada sin ánimo de lucro. En octubre afirmaba tener 170 millones de usuarios activos mensuales y enviar 70.000 millones de mensajes al día.

Ahora el CEO, Pavel, quiere desarrollar una red de blockchains para hacer de todo, desde proporcionar almacenamiento en la nube hasta permitir pagos de consumo masivo. Según el libro blanco de Telegram, el objetivo es que Gram sea una “alternativa” a Visa y Mastercard “para la nueva economía descentralizada”.

Hay razones para el escepticismo. Ningún blockchain ha mostrado todavía poder manejar transacciones a gran escala. El bitcoin, fundado con un objetivo similar, es ahora tan valioso y volátil que pocos pensarían en utilizarlo para comprar una pizza o un coche.

Pero el éxito de Durov en la captación de capital supone una amenaza para los guardianes tradicionales de la riqueza de la alta tecnología, que se une a la de Spotify con su cotización directa. Telegram está saltándose el mercado de valores por completo. También pone a las firmas de capital riesgo en un aprieto. Varias están buscando nuevo capital para crear fondos, pero eso sería redundante si la recaudación a través del crowdfunding digital se convirtiera en la norma.

Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías.

Fuente: Cinco Días