Freud escribió que un paciente gana mucho simplemente con transformar un caso de depresión en uno de mundanal tristeza. A seis meses de que acabe su tercer programa de rescate, Grecia busca salir de la depresión económica, librarse del protectorado de las instituciones europeas y restablecer la normalidad, una normalidad todavía triste, apesadumbrada por la carga de una deuda pública del 180% del PIB y una tasa de paro del 20%. «Aunque los últimos metros son siempre los más complicados, el 90% del trabajo está hecho. Grecia debe estar fuera del programa en agosto y volver a ser un país miembro igual que cualquier otro. Los griegos tienen que recuperar su soberanía. Se lo han ganado», explica el comisario europeo de Asuntos Económicos, Pierre Moscovici, de visita en Atenas para discutir la situación de Grecia. Tras casi ocho años de rescates, tres cuartas partes de la deuda helena está en manos europeas.

A solo 200 metros de la sede de la Comisión en Atenas, se encuentra la oficina del primer ministro. Alexis Tsipras sigue sin lucir una corbata como forma de protesta. Pero lejos están los momentos de confrontación con las autoridades europeas. Las relaciones con los acreedores han dado un giro de 180 grados. El antaño líder de la izquierda radical ha mejorado mucho su inglés y se ha despojado de buena parte del discurso populista. Un nutrido grupo de diputados ya abandonó Syriza tras firmar el tercer rescate. Varoufakis fue un error. Y ahora está rodeado de ministros que hablan de la evolución de las primas de riesgo, la atracción de la inversión extranjera o la privatización de empresas públicas. «Aceptamos las reformas estructurales, pero no la austeridad», declara Tsipras en un encuentro con periodistas al que ha sido invitado EL PAÍS. Sin embargo, durante los últimos tres años su Gobierno está superando con mucho los objetivos fijados de superávit público. «Han sobrecargado la economía con impuestos para batir las metas de austeridad que les fijaban», acusa Kyriakos Mitsotakis, jefe de la oposición, presidente de Nueva Democracia y el primero en las encuestas.

«Es importante ganar credibilidad y demostrar que no hay una vuelta atrás», dice Tsipras. Pronunciar esas palabras durante la primera mitad de 2015 hubiese supuesto un hecho inaudito. La catarsis es, cuando menos, avanzada. Al ser preguntado por incrementos de sueldos, el primer ministro responde: «Los salarios solo pueden subir preservando la competitividad, porque ahora la prioridad es crear empleo».

Unas reformas agresivas

Desde el pasado verano, el Gobierno de Tsipras ha redoblado sus esfuerzos. Y ha cumplido mejor que ninguno de los anteriores, defienden fuentes de las instituciones. Los recortes comprometidos en pensiones deberían bajar el gasto de forma drástica: del 17% del PIB en 2016 -tras haberse hundido el PIB-, hasta el entorno del 13-12% entre 2020 y 2022. En España se gasta en la actualidad un 12% del PIB. En general, Syriza ha subido mucho los impuestos y suprimido numerosas ayudas clientelares para concentrarlas en los que más lo necesitan, resumen los analistas. También se están legislando facilidades para que los bancos embarguen y puedan paliar la alta morosidad que aún hace estragos en sus cuentas. «Se trata de casos en los que hay un impago estratégico, nunca de gente que no puede pagar. Para esas personas hay una ley que las protege y un juez que determina cuánto pueden pagar», asegura Fokion Karavias, consejero delegado de Eurobanco, uno de los principales del país.

Manifestantes frente al Parlamento griego en contra del uso de Macedonia por la república yugoslava.Manifestantes frente al Parlamento griego en contra del uso de Macedonia por la república yugoslava. EFE

Respecto a las reformas laborales abordadas, el nivel técnico es alto y responden a los mismos debates que se mantienen dentro del Gobierno alemán sobre el mercado de trabajo, admiten las autoridades germanas. «Se ha aplicado un paquete de reformas agresivas según todos los organismos internacionales», sostiene el ministro de Economía, Dimitris Papadimitriou.

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La recaudación de impuestos está mejorando sustancialmente gracias a una agencia tributaria independiente y profesionalizada. En las Administraciones se han fijado requisitos claros para cada puesto de trabajo, lo que asegurará que sea ocupado por el funcionario indicado y no por alguien contratado a dedo por un político. Se está construyendo un sistema sanitario de atención primaria que evite que los griegos acudan directamente al hospital por cualquier cosa, un hábito que sale muy caro. Por no hablar de la liberalización de sectores: «Para ser un excomunista, nunca otro presidente había iniciado tantas privatizaciones. Tsipras ha asumido que no le queda otro camino que hacerlo todo cuanto antes y confiar en la mejora de la economía», explica el periodista heleno Yannis Symeonides.

Pese a que persiste una versión suavizada de los controles de capital que se impusieron en 2015, la economía por fin ha vuelto al crecimiento que se interrumpió durante la confrontación con los prestamistas. En 2017 se registró un alza del 1,6%. Y para este año se prevé un 2,5%. El desempleo ha descendido desde el 27% al 20%. «Esperamos que para las próximas elecciones el paro caiga al 15%, dice Tsipras. «Aunque no les guste las políticas, les gusta los resultados que están consiguiendo”, señalan fuentes diplomáticas que obvian la pérdida del 27,1% del PIB griego.

Primeras emisiones de deuda

El Gobierno ha pisado el acelerador para abandonar el rescate. Ya está haciendo sus primeras emisiones en los mercados y espera acumular un colchón de unos 20.000 millones con el que soltar las muletas a partir de agosto. Ningún país quiere aprobar otro flotador. Así que ya han empezado las negociaciones para ver cómo se ejecuta la salida. El Ejecutivo heleno se aferra a una propuesta que impulsan los franceses y sobre la que ya se han encargado estudios al FMI: ligar el alivio de la deuda al comportamiento del PIB, de forma que si el crecimiento se resiente los inversores tengan la seguridad de que habrá una reestructuración de plazos e intereses que permitirá a Grecia seguir pagando. Con la ventaja de que además sería automático, por lo que no tendría que pasar de nuevo por los parlamentos, evitando irritar otra vez a la opinión pública de los países reacios a dar más ayudas.

Aunque no todo es de color de rosa. El Ejecutivo de Tsipras ha destinado alguna parte de los excedentes fiscales a programas que la oposición tilda de electoralistas. También ha reabierto una televisión pública que controla y ha vuelto a contratar funcionarios como temporales.

«Mucho se ha hecho. Pero todavía queda mucho por hacer para conseguir una administración fuerte y moderna», afirma Moscovici. A juicio de la Comisión, fundamentalmente el problema es que Grecia sigue siendo un mal sitio para hacer negocios. Solo ahora se ha creado un catastro que aclare los derechos sobre los terrenos. «Los impuestos son altos y hay demasiada burocracia», argumenta Mitsotakis, líder de la oposición y de la misma familia europea que el PP. El coste de la energía es un lastre que no se ha atajado todavía. Además, faltan trabajadores con formación profesional intermedia. Se impuso un programa de formación dual a imagen del alemán que fue un éxito, pero que ha sido reorganizado por prejuicios sobre las empresas, según aseguran algunas fuentes. Y las políticas para recolocar parados no acaban de arrancar porque hay un solo orientador por cada 3.000 desempleados. Hasta el punto de que una parte de los excedentes fiscales se deben a que no se pudo gastar todo el dinero presupuestado para estas políticas, según se recoge en un informe de la Comisión Europea.

Luego están además los problemas de fraude idiosincráticos de Grecia: «Obligamos a que se paguen los salarios siempre a través del banco. Sin embargo, poco después detectamos que los empresarios acudían al cajero con el empleado y le exigían que devolvieran parte del dinero. Estamos ahora tomando medidas en colaboración con la policía. Paso a paso conseguiremos mejorar todo», explica la ministra de Empleo, Effi Achtsioglou.

Un margen escaso

En definitiva, Grecia quiere dejar de ser un país extraordinariamente sobreendeudado para convertirse en uno tan sobreendeudado como los demás. Pero para ello los retos son enormes. Las metas de déficit son exigentes durante años. Sin embargo, el Gobierno necesita cumplir desesperadamente. O bien adelanta elecciones, o en 2019 tiene comprometido con Bruselas una subida de impuestos y, sobre todo, un ajuste de las pensiones por valor de un 1 punto del PIB que implica un recorte medio de la prestación del 14%. Solo si se consiguen cumplir con las metas de déficit, podrán compensar esos recortes gastando el equivalente a un 1% del PIB en políticas sociales, según consta en el acuerdo con la Troika. Eso salvaría la cara de un Gobierno que menciona con un brillo en los ojos el caso de Portugal, que ha ido poco a poco revirtiendo medidas. Ahora bien, ¿dispone del mismo margen de maniobra?

Para conseguir siquiera un poco, necesita que haya un crecimiento mucho más robusto. Sin embargo, pese a haber ajustado drásticamente los precios y salarios, la inversión no despega. Esta ha caído más de un 60% y se sitúa en el 10% sobre PIB, según el Banco de Grecia. En España tocó suelo en el 17%. Es decir, niveles muy bajos que impiden crecimientos más elevados de la economía. Las privatizaciones no terminan de arrancar. La preocupación del Gobierno de Syriza por atraer la inversión extranjera y doméstica es manifiesta. Lo que hace necesario seguir mejorando el clima para hacer negocios y limpiar unos bancos con niveles de morosidad altísimos. Pero también hace falta certidumbre: los inversores no volverán hasta que no se sepa que hay un camino despejado de riesgos al menos durante diez años, reiteran diversos miembros del Ejecutivo. Pese a haber mejorado, las exportaciones necesitan ganar más tamaño para seguir pagando la deuda con el exterior. “Todo dependerá de que sigan con una agenda reformista”, comentan fuentes de la Comisión.

Un panorama político tenso

Muy cerca de la oficina de Tsipras está la plaza Sintagma, el centro de todas las protestas contra la austeridad. El pasado jueves solo se manifestaban unas decenas de personas. «Si lo que ha aprobado Tsipras lo hubiese hecho un político de derechas, la calle estaría en pie», comenta Yannis Symenonides. Aun así, para el profesor de economía de la Universidad de Atenas, Panos Tsakloglou, el populismo continúa siendo “la principal amenaza a la que se enfrenta la economía griega”. Y la política no ayuda. Las tensiones se han recrudecido por el caso Novartis, en el que presuntamente la farmaceútica sobornó al anterior presidente Samaras y parte de su Ejecutivo. El partido de estos, Nueva Democracia, acusa al Gobierno de manipulación de la justicia. “Da igual lo que haga Tsipras, todo lo hace mal, nunca se le reconoce nada y así es difícil construir un consenso sobre políticas de crecimiento básicas”, razona un observador de un país del norte de Europa.

Un plan de crecimiento

El Gobierno presentará a las autoridades europeas su plan de crecimiento económico antes de la Semana Santa. Y ese será el plan con el que irá a las elecciones. Estas se dirimirán entre las políticas orientadas al crecimiento que propone Mitsotakis, y las de Tsipras, que puso en práctica el Memorando y que quiere escapar de él para adoptar medidas más sociales. Grecia necesita de ambas, coinciden los analistas. Tsipras confía en que Mitsotakis gane pero no consiga apoyos para formar Gobierno. Entonces, en una segunda vuelta sin los 50 diputados extra que se da al primero, Tsipras podría armar una coalición con los socialdemócratas.

En cualquier caso, sea quien sea el ganador, las autoridades europeas consideran que, en gran medida, los dos líderes continuarán con las políticas necesarias, en parte por las exigencias de los mercados, en parte porque se han establecido cuerpos independientes y en parte porque las reformas están dando resultados. Además, la presión de Bruselas no desaparecerá. Por si acaso, algunos países y el FMI quieren que se imponga una línea de crédito precautoria con condicionalidad. Pero eso sería como decirle a los griegos que continúan bajo el rescate. Según los analistas de Eurasia, lo más probable es que se establezca un seguimiento reforzado, algo que permita a Tsipras recuperar la corbata para su vestuario. Después de ocho años, Grecia podrá abrir una página nueva. Aunque como apuntó Freud, todo lo que no se ha comprendido reaparecerá inevitablemente. Como en el caso de Sísifo. Es lo que tiene una deuda del 180% del PIB.

Fuente: El País