Los Presupuestos del Estado para 2018 son, fundamentalmente, grises. No puede decirse que sean expansivos, porque crecen menos que la renta del país. Pero tampoco son contractivos. El déficit estructural, el que deja al margen los efectos del ciclo económico, no va a reducirse como exigiría un saneamiento rápido de las cuentas públicas, a fin de prepararse ante la próxima crisis.

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Por el lado de los ingresos, escasas novedades. Algunas rebajas concretas, buscando frenar algunos descontentos. Pero todo se deja al albur de la coyuntura ¿Es esto lo que necesitamos en España? Creo que no. Lo que necesitamos es una reforma fiscal en profundidad que diese un vuelco al sistema tributario español para mejorarlo sustancialmente. Sea para recaudar lo mismo que ahora, como prefiere el PP, sea para recaudar más, como defiende el PSOE o Podemos.

Por el lado del gasto, el listado de innovaciones es también muy escaso, más allá del incremento de algunas partidas que sufrieron especialmente las consecuencias del ajuste: salarios de funcionarios, becas, inversión en infraestructuras. Por supuesto que cabría aguardar mucho más. En particular, recursos adicionales para la financiación autonómica; incremento o/y reasignación de recursos para fortalecer los vectores en los que hoy España muestra mayores déficits en perspectiva comparada (I+D+i, política de familia, programas de rentas sociales); o indicios de una reforma en profundidad de la administración, que impulse la evaluación de la rentabilidad social de los programas de gasto.

Finalmente, la Autoridad Fiscal (Airef) advierte con razón de las dudas sobre el cumplimiento del objetivo de déficit (-2,2%), fundamentalmente por los riesgos en la Seguridad Social. Hablamos de revalorización de pensiones o de modificar las reformas del sistema de pensiones aprobadas en 2011 y 2013, sin antes resolver el problema de insuficiencia real que tenemos hoy. Desde luego, no parece lo más lógico. Ni es lo que hacen la mayoría de familias: ¿Quién piensa en gastar más cuando lo que se ingresa no llega siquiera para financiar los compromisos previos?

En definitiva, unos presupuestos grises que difícilmente pueden enamorar, pero que tampoco deberían generar grandes frustraciones en un escenario como el que nos envuelve desde hace un par de años, de parálisis y ausencia de pactos de Estado. El debate se centra en cuestiones poco relevantes para el bienestar de la mayoría y los grandes partidos no acaban de entender que viven en un nuevo espacio político de fragmentación. Ya no estamos en el bipartidismo que hacía del consenso una herramienta parcialmente prescindible.

Si nos creemos las encuestas de intención de voto, unas nuevas elecciones generales no reducirían la necesidad de acuerdos a varias bandas para casi todo. Por tanto, de lo que se trata es de mejorar lo posible los Presupuestos, aprobarlos y, al día siguiente, ponerse a trabajar conjuntamente en el pacto educativo, en la reforma de las pensiones, de la financiación autonómica y local, del sistema fiscal español, de la administración pública, del sistema universitario… para que los PGE-2019 comiencen a ser más luminosos. Basta ya de parálisis.

Santiago Lago Peñas es director de GEN (Universidad de Vigo).

Fuente: El País