Blas Calzada Terrados (Palencia, 1937) murió ayer en Madrid. Economista y diplomado del Servicio de Estudios del Banco de España, comenzó su carrera en el Ministerio de Comercio con Alberto Ullastres como ministro. Tras trabajar en el sector privado y ser uno de los 16 socios que lanzaron la revista Cambio 16, fue director general de Estadística en el primer Gobierno de UCD y formó parte del equipo que redactó el documento técnico que sirvió de base para los Pactos de la Moncloa junto a José Luis Leal, Manuel Lagares y Luis Ángel Rojo.
Posteriormente se vinculó a la Bolsa de Madrid, de la que fue director del Servicio de Estudios y asesor durante más de 20 años. Y en ese cargo estaba tranquilo cerca ya de cumplir 65 años cuando el Gobierno de Aznar se acordó de él (entonces Luis de Guindos era secretario de Estado de Economía del ministro Rodrigo Rato) para tapar la crisis que había generado la dimisión de Pilar Valiente como presidenta de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) en septiembre de 2001 como consecuencia de su implicación en el caso Gescartera, la agencia de valores en la que se detectó una estafa de 18.000 millones de pesetas. Siempre tuvo una apariencia de hombre tranquilo y sagaz y una actitud campechana, que hablaba claro. Pero le costó acabar, si es que lo consiguió, con aquel fantasma, según reconocía él mismo.
Calzada estuvo al frente del supervisor bursátil hasta octubre de 2004, cuando fue sustituido por Manuel Conthe, ya con el Gobierno socialista de Zapatero. Como experto en Bolsa participó en la elaboración de la Ley del Mercado de Valores en 1988 y su reforma 10 años después, así como en la creación de la CNMV y en la interconexión de las cuatro bolsas españolas (Madrid, Valencia, Bilbao y Barcelona) para dar lugar al mercado continuo y a la larga a la actual BME.
Actualmente era presidente del consejo rector del Spain Investors Day, foro que reúne a grandes compañías e inversores de todo el mundo.
Experto en contabilidad, aseguraba que la contabilidad creativa, que tanto auge tomó en esta época, era un puro engaño. Ante eso, anhelaba la unificación de las normas contables europeas y su homogeneización con las estadounidenses. Por eso abogaba por comités de auditoría fuertes que dificulten esa operativa. Preocupado por el buen gobierno, también fue muy crítico con los “pagos estratosféricos a los consejeros”. También defendía la creación de un solo supervisor para banca, mercado de valores y seguros, algo que sigue creando mucha polémica en la actualidad.
Fuente: El País