Razones tiene de sobra, pero estrategia y voluntad para quebrar la legislatura tan pronto y provocar elecciones para ganarlas es un asunto mayor. El ascenso fulgurante de Ciudadanos tras el dramático desafío del independentismo catalán ha situado a la formación de Albert Rivera en su mejor momento hasta la fecha, pero también ante la incertidumbre sobre si es el mejor momento posible o a partir de ahora se enfrentará al efecto rebote y descenderá. ¿Tendencia o diente de sierra? ¿Seguir creciendo o decepcionar? Ahí está la cuestión.

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El CIS recogió al inicio de esta semana un interesante sorpasso a Podemos por parte de Ciudadanos, que sin embargo quedaba en tercer lugar tras el PP y PSOE. Algunos lo interpretaron como escaso, esperaban más. Pero la letra pequeña es siempre la más interesante y lo importante estaba en la tendencia: Ciudadanos sumaba 7 puntos de crecimiento desde las elecciones de 2016, frente a la caída de 7 puntos del PP, la atonía del PSOE y los dos puntos de caída de Podemos. Y había algo aún más interesante: la respuesta a la intención directa de voto, sin cocina demoscópica en los fogones del CIS, daba un empate de las tres primeras formaciones en torno al 15%. Aquello sí indicaba un peligro inminente para el PP. La alerta temprana de tsunami entró en acción.

La encuesta de Metroscopia que hoy publica EL PAÍS, sin embargo, concede a Ciudadanos un inequívoco primer puesto con más del 28% de los votos. El PP cosecharía casi 22%. Y el PSOE, el 20%. La volatilidad de la apreciación pública de la actuación de los partidos en estos meses procelosos obliga a guardar todas las precauciones, pero la tendencia es lo que corresponde observar y esta es clara: Ciudadanos se dispara; el PSOE paga su irrelevancia; el PP se derrumba.

¿Se derrumba? Cuesta creer que quien ha aguantado todas las acometidas judiciales por la corrupción siga en el poder en España, y por ello cuesta creer su desplome al segundo puesto. Pero la inacción política ante el desafío catalán, la lentitud de reflejos, la incapacidad para evitar el choque de trenes, para proponer proyectos y para hacer política mientras legaba todo a los jueces puede haber calado hondo entre los españoles. Los casos de corrupción se acumulan en los juzgados y los secretarios generales autonómicos y ministros se amontonan en el banquillo. ¿Ha llegado la hora, su hora? Es imposible saberlo pero sí hay algo nuevo: si hasta ahora el PP se mantenía por la propia incomparecencia de la oposición (PSOE), se enfrenta ahora a una novedad, y es que la oposición la empieza a liderar Ciudadanos con fuerza. Ha cambiado el tablero.

Si el Gobierno cree que un endurecimiento de la prisión permanente revisable como la que hoy se propone aprobar en el Consejo es la mayor urgencia de los españoles; y si el PSOE resucita sus planes de derogación de leyes de las que venimos oyendo hablar sin resultados ni avances desde hace tiempo; es que no están sabiendo entender.

Ciudadanos ha conectado con el nacionalismo español nacido al calor de la crisis catalana y ha capitalizado el frenazo al independentismo. Es su momento para exigir al Gobierno que cumpla los acuerdos alcanzados para facilitar su investidura como mínimo y, quién sabe, hasta para provocar la caída de Rajoy. Pero si quiere convertirse en alternativa verdadera de Gobierno, Rivera debe diseñar una estrategia suficientemente inteligente para no arriesgarse a perder lo conquistado, generando un diente de sierra, sino para mantenerse en ascenso. El mortecino escenario político español –PP decadente, PSOE inexistente, Podemos en plancha- se lo agradecerá.

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Fuente: El País